
Septiembre 19th, 2008
Este cuento con carga de humor anda de boca en boca, y los personajes son un viejo rico y una joven pobre.
Con el auxilio de un amigo, pariente de la muchacha, el viejo logró que esta aceptara cenar con él en un restaurante de los calificados como caros.
Hacía tiempo que el anciano tenía un cerebrazo con la joven, cuya anatomía era “un cuerpo de delito”, porque los hombres al contemplarlo se veían obligados a refrenar impulsos estupratorios.
El anciano sintió que se elevaba su ego frente a las miradas de envidia que brotaron de los ojos de los parroquianos del género masculino cuando llegó al lugar en compañía del superhembrón.
Cuando uno de los camareros les llevó las cartas con el menú, creyó que tendría que asesorar a su acompañante en materia de escogencia, pero se llevó la sorpresa de escucharla pedir una copa de vino de precio con vocación de rascacielos.
Como conocía la calidad de la bebida, se adhirió al gusto de la damita del cuerpo enemigo de las líneas rectas, y poco después ambos chocaban las copas brindando por un venturoso futuro para la recién iniciada relación.
Durante la conversación que siguió al brindis el viejo se dio cuenta de que la jovencita no era de aquellas que en la primera cita acceden a compartir temperaturas corporales con sus pretendientes.
Lo comprobó al intentar entrelazar una de sus manos, abundante en pliegues y fisuras de origen geriátrico, a la de la joven colocada sobre la mesa, y esta rechazar suavemente la caricia, uniendo al gesto una expresión de lejanía e indiferencia en su rostro.
Tanto en las entradas, como en el plato fuerte y los postres, los antojos gastronómicos de la cortejada estuvieron a la altura de la calidad y el precio del vino, degustado por ella con fruición y en mayor cantidad que quien iba a pagar la cuenta.
A medida que comprobaba que tendría que sangrar los bolsillos en próximos almuerzos y cenas para lograr su objetivo, el hombre iba cogiendo cuerda, por lo que enfrentó con franqueza la audacia consumista de la muchacha.
-¿En tu familia acostumbran comer y beber productos como los que has pedido?, preguntó con cara disgustada.
- No- respondió ella- pero en mi familia nadie quiere compartir desnudo conmigo la cama de un motel.
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